Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos
A principios de 2023, en Seattle, una peculiar demanda en corte atiborró los titulares en Estados Unidos. Escuelas del estado norteamericano se reunieron en contra de TikTok, YouTube, Facebook y Snapchat, alegando principalmente que las compañías tecnológicas «explotan la vulnerabilidad de los cerebros jóvenes» para generar ganancias, basadas en el uso de técnicas que pueden derivar en distintos problemas de salud mental, que a la larga desembocan en crisis en las escuelas.
Aunado a este procedimiento colectivo, cientos de familias están tratando de que las compañías tecnológicas sean castigadas, principalmente por las revelaciones del sistema que es utilizado por Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp, entre otros) para impulsar las interacciones entre niñas, niños y adolescentes.
La problemática generalizada en Seattle ha abierto la caja de Pandora, ya que aunque no se ha dejado claro que las redes sociales afectan de forma directa a niñas, niños y adolescentes, lo cierto es que el modus operandi de las grandes tecnológicas ha dejado en claro que lo que buscan, más allá de «comunicar y acercar a la gente», es lucrar con la atención de usuarias y usuarios en el mundo.
En palabras de los propios padres y autoridades escolares, la crisis mental que atraviesan sus comunidades educativas «no es un accidente y es resultado directo del diseño de las plataformas para atraer a las juventudes».
Más allá de las quejas superficiales que muchas veces se emiten en contra del uso de redes sociales, la demanda, que consta de más de 90 páginas, argumenta que desde 2009 a 2019, al menos en el distrito escolar de Seattle, se ha notado un aumento del 30% de casos de estudiantes que se han sentido tristes o sin ilusiones al menos una o dos semanas seguidas para hacer sus actividades.
Como siempre, Meta ha respondido con herramientas para incrementar las medidas para mejorar el uso de jóvenes, familias y niños. Sin embargo, el impacto que tienen dichas redes sociales no se ha tomado en serio en la mayoría de los casos.
Luego de todo, ¿quién tiene la culpa? ¿Las empresas? ¿Las escuelas? ¿Las familias? La respuesta no es sencilla. Sin embargo, el descargo de responsabilidades tendría que ser en función de las responsabilidades que cada uno tiene. Por un lado, las empresas tienen que tener un uso ético; las escuelas necesitan fomentar el uso saludable de las herramientas, y las familias, regular y concientizar el uso responsable y sano de las plataformas digitales.
Mientras tanto, la moneda está en el aire y abre el panorama para que en el resto del mundo empecemos a abrir la conversación y que en equipo pongamos todo en perspectiva para garantizar el buen uso de las redes sociales.
Sígueme en twitter como @carlosavm_
NOTA: Las opiniones expresadas en el segmento «Opiniones D8» son de exclusiva responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la posición de D8 digital o de alguno de sus integrantes.